Pedro Acosta se resigna ante la falta de competitividad de KTM a la vez que subraya el sacrificio que hace en casa para prepararse: «Ojalá el Pedro de hace dos años hubiera trabajado como el de ahora».
Pedro Acosta está en una encrucijada. Por un lado se ha propuesto esperar un poco, al menos hasta el test del próximo lunes, en Aragón, para endurecer todavía más su discurso con KTM, con quien tiene contrato hasta 2026.
Cuando renovó su vínculo, los ejecutivos de Mattighofen le prometieron ofrecerle las herramientas necesarias para poder pelear por el título de MotoGP. A tenor de la falta de pegada de la RC16, es evidente que eso no ha sucedido, y difícilmente sucederá a corto o medio plazo. Menos aún con la incertidumbre que existe en el proyecto de MotoGP después de la inyección de capital de Bajaj, que ha mantenido a flote la compañía. Está por ver, en cualquier caso, los planes previstos para una división que compromete alrededor del 70% del presupuesto de competición, y cuyas perspectivas de éxito son mucho menos limitadas que el off-road.
Hace dos semanas, en Silverstone, Acosta cruzó la meta el sexto, a solo siete segundos del ganador (Bezzecchi), pero su discurso fue de los más duros que se le recuerdan. El murciano dijo entonces que no tenía más paciencia y que no aceptaba aquella situación, en unas declaraciones que sonaron a ultimátum. A su llegada a Aragón, sin embargo, esa crudeza mutó a resignación.
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